lunes, 14 de mayo de 2012

XI Memorial Otilio Delicado - Alpera - 28/4/2012


 Alpera, año 8.000 aproximadamente a.c.. Un nutrido grupo de cazadores-recolectores persiguen incesantemente a un rebaño de ciervos en las postrimerías noroestes de la sierra del Mugrón. A pesar de la velocidad de los cérvidos, la astucia, la inteligencia, y sobre todo, la capacidad fondística de nuestros neolíticos ancestros obtienen su esperado premio, abatir varias piezas de su objetivo tras un denodado esfuerzo. Este triunfo se inmortalizará más tarde y para la noche de los tiempos al abrigo de una cueva por el chamán de la tribu, ofreciendo sus cualidades artísticas al “dios de la caza”, tal vez para que inspire con la misma fortuna a las generaciones venideras...

 Unas cien centurias más tarde y más o menos en el mismo lugar, nos dimos cita los hijos de los hijos, de los hijos, de los hijos, …, de sus hijos. Esta vez no había venados -pero sí un vino estupendo-, ni tampoco sabían realmente que motivo les había llevado hasta allí, a corretear como locos por las calles de la localidad antes aldea tribal. Seguramente la causa está en la genética heredada, que a pesar de la acomodada vida conquistada en su progreso tecnológico, no ha sido convenientemente modificada por la deriva evolutiva, e inconscientemente necesitan “rendir homenaje” a estos patriarcas de la especie... ¡¡¡Y que siga siendo así, leches!!!.

 Lo cierto es que por muy antropológica que resulte, otra razón no se me ocurre para explicar por qué en esa tarde tan desapacible, con el frío viento reinante y unos nubarrones que amenazaban repetir la “gota fría” de la edición del 2007, decidimos ponernos nuestras mallitas y lanzarnos por las calles de Alpera pueblo arriba y pueblo abajo. La recogida de dorsales se efectuó a cubierto en un local cerrado y de angosto acceso, que creó un pequeño caos entre los más de 650 runners inscritos, mientras justo enfrente del mismo repartían los premios de las carreras infantiles celebradas horas antes, con orgullosos papis reunidos alrededor. Vamos, toda una aglomeración.

 Sin embargo, este pequeño desliz organizativo no deslució el evento posterior. Todo el pueblo se dió cita a lo largo del recorrido para animar la carrera. El agua no faltó, con dos puntos de avituallamiento en cada vuelta -aunque eso si, demasiado próximos-.Y por suerte la meteorología acabó respetándonos durante las dos vueltas que completamos, para un total de 10,700 mts que en más de un gps se antojó algo más corta, pudiendo presumir de ello más de un “dosquinceño” en su clasificación final: Fran Corominas 40:06 a 3,45, Fran Olivas 46:07 y Jorge Nicolay 46:08 a 4,21, Alberto 47:27 a 4,28, Juan Lorenzo “Perdigón” 49:35 a 4,40, Sebas 50:31 a 4,46, servidor 52:14 a 4,55, Jose Manuel “Fuerzas” 56:23 a 5,18 y Paco Lombardía 58:33 a 5,31.

 Al terminar, una bolsa más que espléndida para los tiempos de crisis que corren: botella de vino de la cooperativa, simplemente espectacular -y eso que era cosecha, como serán los crianzas y reservas-, una muy chula camiseta técnica -cuyo motivo rupestre ha inspirado el comienzo de esta crónica-, dos bandejas, dos, de champiñones -muy ricos, al día siguiente en mi paella dominical-, original boli-colgante, etc. A destacar el fin de una leyenda urbana: es mi primera participación -y mi deseo no la última-, pero parece ser, según cuentan los runners más veteranos del circuito, que en ediciones anteriores el grifo de cerveza no paraba de fluir durante toda la tarde, no quedando apenas para los sufridos corredores. Pues bien, en esta ocasión no ha sido así, pudiendo disfrutar todos los partícipes del diurético e hidratante néctar de dioses que nuestros heroicos antepasados nos legaron...

 Hasta la próxima. “Er Jota”.

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